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ELECCIONES MAYO 2019

May 26, 2019

Vivimos hoy, 26 de mayo, un nuevo capítulo electoral (a las instituciones locales –Ayuntamientos, Cabildos y Diputaciones- a los Parlamentos autonómicos en diversas CCAA y al Parlamento Europeo). Se nos invita una vez más a acudir a las sedes electorales para depositar en las urnas nuestras preferencias políticas; opciones supuestamente representadas en las organizaciones políticas mediadoras presentes (los partidos) según el modelo democrático que hemos alcanzado, tras superar una calamitosa y bárbara dictadura.

No voy a ser yo desde estas líneas quien invite a la ciudadanía a la abstención activa (como en tantas otras ocasiones) Y ello, entre otras razones, porque “la derecha más recalcitrante aprieta” (la gente conservadora acude siempre a votar y tendremos que contrarrestar ese voto) y porque, además, me he comprometido con una plancha electoral al Parlamento de Canarias, por lo que supondría un contrasentido pedir la abstención. Tampoco he solicitado el voto a la organización con la que concurro a estos comicios; ni a ninguna otra. Es decir, no he participado en el “mercadeo electoral”. En este sentido, que cada cual obre –vote- en conciencia.

Sí me veo en la obligación de aclarar algunos asuntos relativos a esta convocatoria; por si alguien quiere leer estas notas, incluso debatirlas. Escribo el mismo día de los comicios. Empecemos pues.

Parece evidente que el mayor porcentaje de participación se dará en el ámbito local: los ayuntamientos. Aún seguimos entendiendo las instituciones locales como aquellas más cercanas a la ciudadanía; por lo tanto, más “prestas” a buscar soluciones a nuestros problemas sociales cotidianos.

Y en este ámbito local pocas propuestas partidarias he leído apuntando a la necesidad (que entiendo imprescindible) de revertir hacia lo público los numerosos servicios que en ese ámbito se han ido externalizando (privatizando) durante estos años; unos procesos de externalización que se han amplificado, tras el inicio de la crisis de 2008, con la conocida como Ley Montoro: la Ley de Racionalización y Sostenibilidad de las Administraciones Locales, de diciembre de 2013. Una norma que deja a las instituciones locales en situación anómala, pues les impide desarrollar buena parte de sus políticas sociales, al verse forzadas a la austeridad económica neoliberal. Una de las consecuencias de tal ley ha sido, como decimos, el impulso que desde muchas de esas instituciones se ha dado hacia la externalización de servicios como vía para la financiación de las propias entidades locales.

Y es que una de las “ideas-fuerza” sobre la que se ha sustentado el credo neoliberal es la de que desde lo público se gestiona mal; que desde el ámbito privado la gestión es siempre más eficiente. Décadas escuchando ese mantra parece ha surtido efectos; de ahí que sean pocas las organizaciones que incluyan en sus programas la reversión de las externalizaciones y privatizaciones de lo público. Cada vez son más las evidencias que muestran como no se gestiona mejor desde el ámbito privado: la crisis de las hipotecas subprime que dispararon el crack del 2008, puede servir como “ejemplo global” de la mala gestión privada.

La ley Montoro hizo recaer en las administraciones locales  (las que menos endeudadas estaban) los desmanes de la economía de casino en la que nos habían metido.  En las pasadas elecciones locales, de 2015, muchos ayuntamientos “del cambio” llevaban esta propuesta en sus programas: reversión de las externalizaciones y remunicipalización de los servicios públicos. En 2019 leemos y escuchamos menos, por parte de los grupos políticos, esa reivindicación que entiendo absolutamente legítima y necesaria.

Y es que a Florentino Pérez, a Carlos Slim, a Esther Koplowitz y a otros poderosos beneficiarios de las externalizaciones de los servicios públicos municipales poco les importa el bienestar colectivo y nula es la rendición de cuentas que la ciudadanía podemos exigirles.

 

Sí produce sorpresa la similitud que muestran los programas en asuntos que las organizaciones políticas estiman relevantes (la más de las veces guiadas por los trending topics mediáticos) Pero ese es asunto para otra reflexión.

 

Otra de las elecciones a las que en este día participamos es al Parlamento Europeo. Proceso electoral al que está convocado la ciudadanía de los 28 países que conforman la Unión Europea desde el pasado día 23 de mayo. Para estas elecciones, los sondeos sostienen que la coalición entre la democracia cristiana y socialdemocracia, hegemónica durante cuatro décadas, perderá la mayoría de escaños. Los medios mainstream vienen insistiendo en la importancia de este proceso (la participación de la ciudadanía europea en estas convocatorias suele ser escaso) El cebo empleado para animar a la participación es similar al que se usara en las pasadas elecciones generales al Parlamento español: “viene la ultraderecha”.

Creo que las ostensibles diferencias entre diversas formaciones ultras europeas hacen a esos grupos (“Conservadores y Reformistas Europeos”, “Europa de la Libertad y la Democracia Directa” y “Europa de las Naciones y las Libertades”) menos “temibles” de cómo nos lo presentan los grandes medios. Y ello a pesar de los intentos de tales grupos neofascistas de formar una nueva alianza ultra tras este proceso electoral, que estaría encabezada por el viceprimer ministro italiano Matteo Salvini.

No obstante, parece que el “Capital” europeo aún no necesita de estas agrupaciones; y mientras así sea, esos grupos seguirán estando presentes (con mayor o menor peso) pero sin llegar a ser determinantes. Sí parece probable que la alianza entre la democracia cristiana y la socialdemocracia tenga que ampliarse con liberales, incluso con los Verdes; de esta manera poco cambiará tras este proceso electoral europeo. Bueno, sí habrá cambios, pero en una dirección cada vez militarizada y sensible a las tendencias que vienen desde la ultraderecha: más xenofobia, mayor intransigencia,…

Porque en puridad, el Parlamento europeo tiene escasas competencias. La UE se mantiene maniatada por el BCE y la Comisión Europea, así como por los Tratados que definen los caminos trazados por donde debe transitar el sistema de la Unión. Y en el plano exterior, aún sigue siendo bastante dependiente de EEUU y la OTAN.

Pedir “más Europa” como hacen esos grupos políticos que han mantenido durante tantos años su hegemonía en el sistema UE es seguir limitando soberanía y restando democracia a los estados nacionales; y todo en favor de instituciones supranacionales ajenas al control democrático de la ciudadanía. Una apuesta que engendra rechazo en forma de “antieuropeismo”, con frecuencia asociado a grupos ultras de presencia creciente (y no precisamente porque tales grupos defiendan más democracia)

 

Europa, con el sistema UE hace tiempo dejó de apostar por la paz, la libertad y el bienestar social.

En definitiva, comparto con muchas personas de ese continente que estas elecciones a su Parlamento son insignificantes, intrascendentes.

 

En Fuerteventura, a 26 de mayo de 2019

From → Varios

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